Desarrollo o hambre (Primera Parte)

En 1983 la Argentina, revolviéndose en un pozo ciego soterrado de desapariciones y cadáveres torturados, de chicos de Malvinas, algunos de ellos con miembros amputados y todos con sus corazones rotos, de bolsillos flacos y en cesación de pagos, eligió la vida y la libertad como sus bienes más preciados, catapultando hacia la presidencia a quien la condujo (a través de caminos espinosos) a un umbral republicano en el cual todo aquello que antes era excepcional (el voto, por caso) acabó siendo normal. Por una vez al país lo acompañó la suerte. En los dominios de la ucronía, puede afirmarse que sin el reproche judicial a las juntas, sin la condena al golpismo, sin la ley de defensa de la democracia, sin el funcionamiento de los poderes del estado, sin el esfuerzo ciclópeo, casi heroico de Raúl Alfonsín, eso que apreciamos como normal hoy, tal vez no lo fuera tanto.

Durante la campaña electoral de ese año no todos comprendíamos cuál era la cuestión esencial a debatir para salir del atolladero al que nos habían llevado los ángeles de la muerte con la doctrina de la seguridad nacional y su relato falso sobre la existencia de una guerra interna. Ese fue el caso, entre otros, del desarrollismo, una corriente de pensamiento que se había manifestado con fuerza desde finales de los años 50 en Latinoamérica, y que en la Argentina expresaba el ex presidente Arturo Frondizi, líder del Movimiento de Integración y Desarrollo, nacido de la Unión Cívica Radical Intransigente, su partido de gobierno. Sosteníamos los desarrollistas que nada podía hacerse sin que previamente se hiciera el desarrollo. Que no habría educación, ni salud, ni seguridad, lo que fuere que necesitáramos, sin desarrollo económico, y que el funcionamiento del sistema democrático, si bien deseable, no constituía un requisito esencial para instaurar un modelo de desarrollo económico, al que lo seguirían nuevas formas sociales, justas y equitativas. Uno de los lemas o eslóganes centrales de la campaña presidencial de Rogelio Frigerio fue “Desarrollo o hambre”. Una maravilla de síntesis. Por cierto yo creía en ella en aquella época.  Y lo sigo creyendo hoy, firmemente. ¡Vaya que era cierta, o al menos en algún momento terminaría siéndolo! Pero no lo fue todavía en aquellos añorados días de la dictadura derrotada. No podía serlo. Porque para atender a la demanda de los otros derechos esenciales por los que luchábamos (el pan y el trabajo, al menos eso) faltaba asegurar antes la vida y la libertad. La igualdad vendría después.

Esa fue la ecuación apropiada entonces. Alfonsín obtuvo el 52 % de los votos. Frigerio (un luchador tenaz, un hombre extraordinario) el 1%.

La mayoría de los que vivimos esa gesta republicana, o contribuimos de alguna forma a que se dieran sus pasos iniciales, aunque fuera desde posiciones de retaguardia, suponíamos que la instauración de una república permitiría convertir a la Argentina, más adelante, en una nación igualitaria, con un alto nivel de empleo, un país moderno, saludable,  insertado en el mundo de la modernidad, con bajos índices de pobreza.  Importador de inmigrantes y exportador de riquezas. Una democracia verdadera. Los más descreídos dudaban, admitían sólo un futuro un tanto más modesto, pero definitivamente esperaban que la Argentina fuese, al menos, un país sin hambre.

Casi tres décadas después, no sólo se ha precipitado hacia abajo la calidad institucional republicana. Las condiciones sociales son peores, absolutamente peores, que aquellas de los años 80.La desigualdad es la reina de un paisaje vil, de oscura pobreza, con grandes sectores de la población marginados hasta de cualquier esperanza. Cada año son menos los que tienen mucho más, y muchos más los que tienen menos. Hay hambre.

El país registra datos de crecimiento asombrosos desde 2003. Nunca en su historia había crecido tanto. Pero sólo existe, aunque un tanto degradada, la república. La democracia nunca llegó.

¿Qué sucedió?

Esta es la cuestión que abordaremos en la serie de notas que comenzamos hoy. ¿Falló el sistema institucional? ¿No sirve, hay que reemplazarlo? ¿Por qué existen ciudadanos que, abrumados por las lacras actuales provocadas por la desigualdad (inseguridad, carencias esenciales en salud y educación, entre tantas otras) añoran sin timidez tiempos idos francamente autoritarios? ¿Por qué no hemos sabido construir una democracia? ¿Muy en especial por qué no lo hacemos ahora, cuando el mundo nos sonríe, convirtiendo el  tantas veces invocado deterioro de los términos del intercambio en un concepto huero, antiguo, fuera de contexto? ¿Cómo no plantear hoy aquella consigna de los 80 de desarrollo o hambre? ¿Por qué persistir sólo en brindar raciones escasas de ayuda social, sin hacer el desarrollo?

Comenzamos la segunda década del siglo XXI. ¿Será el tiempo de revisar conceptos?

Vayamos por partes. En primer lugar, ¿qué es el desarrollo? ¿Cambió el significado de la palabra que fuera propiedad en aquellos tiempos únicamente de una fuerza política, el desarrollismo? ¿Desarrollo es sólo desarrollo económico? La Real Academia contribuye a los términos del debate, pues si bien reconoce tres acepciones del término, sólo la tercera se acomoda a la discusión. Para ella desarrollo es “3. m. Econ. Evolución progresiva de una economía hacia mejores niveles de vida”.

Pareciera entonces que referirse a desarrollo económico implica encimar dos términos equivalentes, o bien una contradicción, porque no habría desarrollo sino se asegurasen mejores niveles de vida a la población. Por cierto, la tendencia a la confusión de desarrollo con crecimiento económico deriva de esa contradicción.

En algún momento, entendiendo que el desarrollo debía ser necesariamente igualitario, se agregó la cualidad de inclusión al desarrollo. El desarrollo, para serlo, debía ser desarrollo inclusivo, entendido éste como  el desarrollo económico con una distribución más equitativa, tanto de los beneficios como de sus costos, evitando la marginalidad socio-económica, partiendo del convencimiento de que ninguna nación ó región del mundo está condenada o predestinada a la miseria y al atraso estructural.

Pero decir desarrollo inclusivo presupone también una repetición, porque la inclusión hace a la misma esencia del desarrollo. Cuando esa cualidad (la inclusión) no existe, no hay tampoco desarrollo.

Desde luego si anclásemos la discusión sólo sobre el significado de las palabras, la convertiríamos en una cuestión meramente semántica, cuando lo que pretendemos en realidad es contribuir a la formulación de un modelo de desarrollo que acabe con el hambre, que signifique un combate frontal a la pobreza, que mejore los niveles de vida de todos los actores sociales comprometidos.

Esto es, convertir el crecimiento fabuloso de nuestra economía, en desarrollo. Aprovechar la oportunidad. Una más. Lo que no se hizo antes. Ni siquiera en 1910.

Analizaremos en notas semanales experiencias históricas sobre esa opción que hoy sí constituye la ecuación adecuada. Y diremos por qué nos parece que aún estamos a tiempo.

No estamos en 1983. Han pasado casi treinta años.

Ahora sí, no hay alternativas: desarrollo o hambre.

15 pensamientos en “Desarrollo o hambre (Primera Parte)

  1. Ernesto Weinschelbaum

    Me parece interesante incorporar como comentario, visto lo que escribiera «Euskal du Nak», la nota que va más abajo redactada por el hijo de Tato Bores y que se refiere a la muerte de Julio Gotlib, un sobreviviente de Auschwitz, que fuera muy amigo de su padre.
    Ernesto Weinschelbaum

    Ayer murió en Argentina
    05.01.2012 – por Alejandro Borensztein La increíble historia de Julio Gotlib, un héroe de la Segunda Guerra

    Huyó de un campo de concentración y peleó para los aliados.
    Una de las mejores cosas que heredé de mi viejo, Tato, fueron sus amigos. A pesar del tiempo y la diferencia de edad, mantengo un fluido vínculo con varios de los que fueron sus amigos más queridos, algunos de los cuales ya se han transformado en mis propios amigos. Es el caso de Julio Gotlib.

    Julio tenía la misma edad de mi viejo, y una historia única. Nació en Polonia y, como la inmensa mayoría de los judíos europeos de aquellos tiempos, fue llevado a un campo de concentración cuando sólo tenía 14 años. Viendo que sus seres queridos eran exterminados en las cámaras de gas, decidió planificar su escape. Esperó un 24 de diciembre y, mientras los soldados nazis festejaban la Nochebuena y se emborrachaban, él corrió hacia el alambrado con otro chico, con el que había organizado la huída.

    Julio alcanzó a trepar y escapar. Su amigo quedó acribillado en los alambres del campo. Los nazis salieron a buscarlo, pero aquel pibe corrió con la convicción de que sobreviviría para contar su historia. No pudieron atraparlo.

    Deambuló por los bosques nevados de Polonia durante días, en pleno invierno y en absoluta soledad. Después de diez días, lo encontró una patrulla de partisanos rusos que, escondidos en los bosques, combatían a los nazis.

    Julio pasó la guerra junto a ellos, enfrentando nazis y sabiendo que los judíos estaban siendo exterminados en los campos. Muchos años después, me contaría que, en su ingenuidad y después de lo que había visto y vivido, creyó ser el último judío que quedaba sobre la Tierra.

    Sobrevivió a todas las batallas. Cuando la guerra terminó, se dirigió a su pueblo natal en Polonia. Al llegar, se encontró con una decena de judíos que habían vuelto en busca de algún familiar. Esa noche durmieron todos juntos en una casa en ruinas y en el medio del sueño fueron atacados por un grupo de fanáticos antisemitas que, pese a que la guerra había terminado, pretendieron continuar la matanza. Muchos murieron. El logró resistir nuevamente y escapar. Se unió a las fuerzas aliadas que recorrían Europa y terminó siendo un héroe de la Segunda Guerra.

    Al tiempo, viajó a la Argentina y conoció a su mujer, Nusha. Ella, polaca y judía también, había sobrevivido. Su familia la dejó en un orfanato donde, para salvar su vida, debió ocultar su condición judía hasta el final de la guerra, cuando huyó hacia Sudamérica.

    Se conocieron en Buenos Aires y con los años construyeron una familia maravillosa, plena de amigos y felicidad, dejando atrás todo lo que habían vivido. Prosperaron y fueron generosos con todos quienes los conocieron y aprecian. En los años 70, Julio fue víctima de un robo y recibió un disparo en el pecho. Pero su fortaleza le permitió sobreponerse nuevamente.

    Con el tiempo, se transformó en un amigo entrañable de mi padre. Lo acompañó hasta el final, y luego de su muerte, se transformó en un ser muy importante para mi. Casi como un segundo padre.

    Hace pocos años, Steven Spielberg envío un equipo de filmación a Buenos Aires para grabar el testimonio de su historia, y guardarlo en un banco de datos donde se atesoran los relatos de los pocos sobrevivientes del Holocausto que quedan.

    Soportó varias enfermedades. Aguantó todo lo que pudo y finalmente anteanoche, Julio Gotlib murió.

    Me resulta paradójico que haya fallecido, justo cuando aparecen cretinos que se dignan negar la dimensión de los crímenes nazis, que profanan el dolor ajeno, ya sea por ignorancia, por odio o por ambas cosas, y que utilizan palabras como holocausto o genocidio sin siquiera saber de lo que se trata. Dementes a los cuales no hay que sobredimensionar ni subestimar. Pero por sobre todas las cosas, no hay que tenerles miedo.

    Gracias a tipos como Julio Gotlib, ya no hay lugar en este mundo para los nazis. Su historia personal, lo demuestra.

  2. Federico G. Polak Autor de la entrada

    No es una simplificación lo que propone Diego Brest. La educación es un aspecto central para la concepción de un modelo de desarrollo. Sucede que esta primera parte de la nota «Desarrollo o hambre» apenas enuncia contenidos mínimos sobre el tema. Probablemente tengamos muchos puntos en común al final de la saga.

  3. Diego Brest

    Estimado Doctor Polak: Sin ánimo de caer en una simplificación y dado lo ámplio del tema propuesto por Ud. en su nota, me atrevo a decir que hoy el desarrollo pasa por la educación, en un mundo que evoluciona o involuciona a velocidades de vértigo, el conocimiento se tornó líquido o más aún, gaseoso, el joven que no completó su escolaridad secundaria no tiene posibilidad de conseguir un trabajo adecuado y en los pueblos del interior existen legiones de hombres y mujeres que viven de la caridad oficial, sin juicios críticos ante las causas que los llevan a esta situación y sin ver que muchas veces son puestos en ella a partir de un plan deliberado, porque se transforma al ciudadano en un número electoral. Soy partidario de una propuesta política que sin descuidar los términos de la economía, privilegie decididamente la inversión en educación, aprovechando el viento de cola de los precios internacionales de nuestro productos que según los expertos vino para quedarse por un tiempo entre nosotros.

  4. Federico G. Polak Autor de la entrada

    Tomo nota de los comentarios que provocara esta primera parte de «Desarrollo o hambre».Coincido con ellos. El de Eduardo Bonazzi describe un aspecto central de la cuestión, el de los cambios en la producción, que con seguridad estarán contenidos en las próximas entregas de la nota. Carlos Ulrich señala la falta de compromiso con la democracia, y la necesidad de potenciar el rol del estado en la orientación, control y regulación. Mario agrega la moralidad de las conductas, Maximiliano Rodríguez García, las experiencias de nuestros vecinos, y Adriana aporta el necesario optimismo para emprender una cruzada por el neodesarrollismo en América Latina. Agradezco mucho la participación de todos ellos, incluido el inefable Tato Damario, que ha dejado por un momento sus comentarios en la sección Literatura, y se ha interesado por nuestro debate político

  5. Eduardo Bonazzi

    Mi estimado Federico,
    Muy interesante el TEMA :
    Desarrollo o hambre (Primera Parte).
    Después de haberlo leído, me planté en el comienzo de un párrafo donde interrogas :
    ………. . Comenzamos la segunda década del siglo XXI. ¿Será el tiempo de revisar conceptos?
    Luego continúas :
    …………………. Vayamos por partes. En primer lugar, ¿qué es el desarrollo? ¿Cambió el significado de la palabra que fuera propiedad en aquellos tiempos únicamente de una fuerza política, el desarrollismo? ¿Desarrollo es sólo desarrollo económico? La Real Academia contribuye a los términos del debate, pues si bien reconoce tres acepciones del término, sólo la tercera se acomoda a la discusión. Para ella desarrollo es “3. m. Econ. Evolución progresiva de una economía hacia mejores niveles de vida”.

    Luego continúas con el análisis de los términos y contradicciones. Su asociación con «la distribución más equitativa, ………………, porque la inclusión hace a la esencia misma del desarrollo.. ……
    ….. una cuestión meramente semántica, cuando lo que pretendemos en realidad es contribuir a la formulación de un modelo de desarrollo que acabe con el hambre, que signifique un combate frontal a la pobreza, que mejore los niveles de vida de todos los actores sociales comprometidos. . ….. Ahora sí, no hay alternativas: desarrollo o hambre»

    En este sentido fué que me animé a escribir o relatar esta experiencia : No hace tanto tiempo atrás el 23 de octubre del corriente, desde mi humilde posición de Médico Veterinario, y sensibilizado con los problemas del país, tuve la oportunidad de disertar sobre un tema, que entiendo, hace al DESARROLLO, en este caso en particular la disertación fué titulada : “REVOLUCION en la PRODUCCION ANIMAL, un RETO EN EL SIGLO XXI”.

    Quienes participaron de la misma, entendieron al DESARROLLO, al igual que quien escribe estas palabras, como un cambio revolucionario en la PRODUCCIÓN, en este caso concreto la PRODUCCIÓN ANIMAL. Con PROYECTOS REGIONALES, ACTITUDES de Cambio, Propuestas genuinas de Cultura y Trabajo ó para ser más didáctico : CULTURA del TRABAJO.
    Volver a EDUCAR en la CULTURA DEL TRABAJO que no es ni más ni menos que : DESARROLLO !!.

    Te Felicito, los Felicito a quienes adhieren al Cambio Genuino, con Producción y Desarrollo.
    Abrazo,
    Eduardo

  6. carlos luis ulrich

    El tiempo es una de las oportunidades de aquilatar los sucesos. Muchas palabras y las evidencian son contundentes. Creo que el desarrollo no se ha producido por la falta de compromiso con la Democracia. Más democracia implica mejor nivel de vida, mayor presencia del ESTADO como representante de todos los ciudadanos y como balanza de los sectores en la lucha por el excedente o el faltante. Dije el Tiempo, hoy nos hace comprender que no hay un país mejor con algunos muy ricos y que ello no es símbolo de éxito para la Argentina. Estoy seguro que hemos aprendido. Veremos

  7. Mario

    Estimado Federico, felicitaciones por esta iniciativa!
    En cuanto al «Desarrollo» efectivamente o es inclusivo o no es ni desarrollo ni nada que tenga que ver con las virtudes de la democracia. En este sentido es un derecho, un derecho al desarrollo universal (es decir, el de todos), en el sentido jurídico mas absoluto atribuible a dicho término «universal». Sin embargo, su concresion exige una condición ambiental imprescindible,la cual es la moralidad de las conductas que se expresa en la pasión por la equidad y la solidaridad. Ahora bien, el interrogante que se plantes es si en la Argentina actual hay suficiente paño moral para que la bola del desarrollo se lance con los efectos y la precisión necesaria para multiplicar las carambolas que se requieren para llenar ese tablero inclusivo!!…si es cierto, como lo señalan algunos sociologos, que el individualismo en Argentina está comparativamente entre los más altos…entonces hay que cambiar el paño y nivelar la pizarra para que la bola no se pierda por las bandas!!

  8. Maximiliano Rodríguez García

    No me pude resistir a esperar así que lo leí inmediatamente. Realmente me da tristeza saber que tenemos un país con cualidades naturales para progresar y brindar a nuestroa habitantes la cobertura de sus necesidades básicas mediante el trabajo honesto y lamentablemente grupos de dirigentes políticos, sindicales, empresarios, etc. se esmeran en hundir cada vez más al pueblo argentino y a nuestra Argentina querida. Creo que en ese aspecto deberíamos imitar un poco más a nuestro país vecino Brasil (lo bueno). Ojalá algunos pocos puedan (o podamos) erradicar a este cancer que nos carcome cada día un poquito más. Muy buena la reflexión. La seguiré las siguientes semanas

  9. Adriana

    Muy bueno Federico- Si te digo que ahora no hay alternativa , pero si miramos hacia el futuro con ojos limpios , vamos a encontrar ese cambio que tanto necesitamos- Saludos

  10. Tato Damario

    Pinta bien, pero vamos a ver cómo sigue. Entrega por capítulos, del tipo de los folletines de nuestros viejos. Estos del gobierno se tienen que ir el año que viene, no se van a ir con hambre, se chorrearon todo, no dejaron ni un riel de ferrocarril, lo único que queda es el tendido de los tranvías que no se lo pueden afanar porque lo tendrían que repartir con el padrinito Mauri. Qué país, hermano, qué país. Dónde iremos a parar, si se apaga Valderrama, cantaba la Negra Sosa

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