Desarrollo o Hambre (Quinta Parte)

La vinculación de las variantes brasileña y argentina del desarrollismo, encarnadas por Kubitschek y Frondizi, más allá de sus diferentes finales, es manifiesta. En cambio, no resulta fácil explicar el enlace de ambas tienen con la experiencia cubana de 1959-1961. Sin embargo la movilización de la región para llegar al desarrollo trazó distintas vías, de las cuales no es posible excluir a la cubana.

Cuando Janio Quadros sucedió a Kubitschek en el poder, se encontró con un Brasil transformado por el éxito del Plan de Metas. Pero le era necesario elaborar una estrategia de negociación de la deuda, habida cuenta el extraordinario endeudamiento externo que también había recibido como legado. La deuda vencía dentro de su mandato, extendiéndose a los comienzos del de Joao Goulart. La inflación parecía incontrolable, y afectaba la continuación  del modelo de desarrollo.

Problemas similares afectaban a la Argentina. Constituían con Brasil mercados proporcionalmente iguales. “El Brasil de Kubitschek tenía un mercado real que era igual al de la Argentina. Tenía 20 millones de habitantes activos, a pesar de tener 80 millones totales” ( Helio Jaguaribe) Carlos Piñeiro Iñiguez afirma que “el desarrollismo brasileño se planteó como tarea prioritaria integrar el territorio del gigantesco país; la idea fabulosa de construir una nueva capital tenía mucho que ver con la necesidad de superar conflictos regionales internos que habían surcado la vida política, poniendo en riesgo la unidad. A esos efectos, Brasilia se concretaría, aun cuando el proyecto concomitante de constituirla como un fuerte polo del desarrollo económico no se hubiese terminado de afianzar teóricamente”. El impulso de integración se extendió hacia los países vecinos, pues el desarrollo propio del Brasil dependía de recursos compartidos, la utilización de los ríos comunes para la generación de energía. Kubitschek pasó por encima de las cancillerías –naturalmente conservadoras- para proponer a Frondizi la Operación Panamericana. No constituía un bloque regional, sino una iniciativa abierta para la que ambos presidentes necesitaban de los Estados Unidos. Este país, si bien no se opuso a la idea, estaba más interesado en auspiciar la Alianza para el Progreso, una especie de Plan Marshall, que fracasó por el ataque de Bahía de los Cochinos.

Los resultados de las estrategias comunes de Itamaratí y la Cancillería permitieron elaborar una política de negociación con los Estados Unidos, que acercó a dos países –Brasil y la Argentina– que siempre se habían sospechado.

En paralelo, el nuevo gobierno cubano, en su etapa reformista, precisaba de Brasil y de la Argentina no sólo para el sostenimiento de la política internacional, sino para ensayar un frente común que obtuviese una financiación adecuada para el desarrollo económico de América Latina toda. Fidel Castro, en su visita a Buenos Aires de mayo de 1959, había puesto blanco sobre negro las necesidades de esta parte del continente: “Los técnicos de la delegación cubana han calculado que el desarrollo económico de América Latina necesita de un financiamiento de 30 mil millones de dólares en un plazo de 10 años, si se quiere de verdad producir un desarrollo pleno de América Latina (…) Declaro que lo que necesitamos sólo podemos obtenerlo de los Estados Unidos y sólo mediante financiamiento público (…) y ese procedimiento es el que han empleado los Estados Unidos en el Cercano Oriente. ¿Por qué entonces desechar esa oportunidad, que se consideró mejor para otros lugares, para América Latina?”.

El desarrollismo de Kubitschek era el heredero del populismo de Vargas; el de Frondizi tenía como base las ideas estructuralistas del Presidente y de Rogelio Frigerio. En cambio la propuesta de desarrollo inclusivo de Castro avanzaba más en el campo social. Sin embargo, las necesidades eran comunes a los tres países, lo que derivaba en una política común de negociación. El otro protagonista de un mundo en permanente conflicto, la Unión Soviética, no era ajeno a la situación. No esperaba con pasividad que América resolviese per se el problema de Cuba. En marzo de 1961, Frigerio describía la situación con su rigor científico habitual, refiriéndose a “Cuba o Argentina. Dos alternativas para un problema común, el subdesarrollo”. “Si las grandes potencias industriales de occidente no actúan con rapidez y decisión en ese sentido, el mundo subdesarrollado aceptará la ayuda del otro sector. Ninguna consideración ideológica es capaz de evitarlo, porque para esos países nada es superior a su interés nacional de progreso. Conviene ser realistas en esto y no dejarse engañar por planteos ajenos a la irreversible dirección de la historia. Cuba lo está demostrando en nuestro continente. Asfixiada por una economía agraria de cuasi mono-cultivo, tiene esta disyuntiva: diversificar su producción e industrializarse o perecer”.

Oscar Camilión, en mayo de 1961, decía: “Argentina es un país latinoamericano, es decir, está integrado en un área geográfica que pertenece a los continentes subdesarrollados del mundo, pero que tiene condiciones de negociación muy inferiores a las de otras áreas, en virtud de su menor significación estratégica. Alejada de las zonas inmediatas del conflicto, la América Latina dispone de mucho menos bargaining power que los países afroasiáticos, en virtud de no incluir países ´no comprometidos´ y de que, en consecuencia, le ha sido acordado un puesto relegado en el orden de prioridades trazado por los grandes países de occidente en sus programas de cooperación económica. Nuestra solidaridad actual con la América Latina surge no sólo de la obvia simpatía tradicional por causa de sangre y lengua, sino de la conciencia de que sólo la acción puede hacer llamar la atención sobre nuestras necesidades, como lo demostró, aunque en medida limitada, los éxitos parciales en la Operación Panamericana”.

Antes, el 21 de enero 1959, hablando al Congreso de los Estados Unidos,  Frondizi advertía: “A ustedes no les puede ser indiferente que haya millones de individuos que vivan mal en el continente americano. La condición de esos semejantes no es solamente una apelación a nuestros ideales comunes de solidaridad humana, sino también una fuente de peligro para la seguridad del hemisferio. Dejar en el estancamiento un país americano es tan peligroso como el ataque que pueda provenir de una potencia extra-continental (…) La lucha contra el atraso de los pueblos reclama mayor solidaridad en el hemisferio que la promovida por su defensa política y militar. La verdadera defensa del continente consiste en eliminar las causas que engendra la miseria, la injusticia y el atraso cultural. Cuando los pueblos latinoamericanos tengan acceso a los bienes del progreso espiritual y material defenderán el suelo y las instituciones de América con la pasión, energía y coraje con que se defiende la propia existencia. Porque estará defendiendo lo que les pertenece, lo que han creado con su propio esfuerzo. Estarán defendiendo un alto y justo nivel de vida y la posibilidad de alcanzar cada vez mayores condiciones de bienestar.”

Los líderes de Brasil y Argentina comprendieron que la Revolución Cubana indicaba la existencia de un proceso nacional que buscaba sus propios cauces frente a la perduración de condiciones de extremado atraso y expoliación notoria. La administración de John Fitzgerald Kennedy no se mostró ajena al problema, como lo había hecho la de su antecesor Dwight D. Eisenhower, cuya política precipitó el alejamiento de Cuba del bloque occidental.

Frondizi afirmó años después que “la presión del departamento de Estado sobre nosotros para que rompiéramos relaciones con Cuba era cada vez más intensa. Pero considerábamos que la Argentina podía jugar un papel importante en una eventual mediación entre la isla caribeña y Estados Unidos, dado el prestigio ganado en Latinoamérica”.El ex presidente argentino recordó hasta el fin de sus días su charla a solas con el Che Guevara en la residencia de Olivos. Frondizi propuso elaborar algún tipo de estatus de convivencia con Estados Unidos, y Guevara no se negó, diciendo que “si el statu quo entre los Estados Unidos y Cuba, se acordaba a través de la gestión de América Latina, Cuba permanecería en el sistema interamericano. De lo contrario, deberían los Estados Unidos negociarlo con la URSS, y Cuba integraría entonces el sistema del pacto de Varsovia, como efectivamente sucedió”.

El 22 de abril de 1961 se efectúa la célebre Declaración de Uruguayana; el 8 de octubre de 1961, se lleva a cabo una entrevista más entre los Presidentes Kennedy y Frondizi, en la que el primero manifestó al segundo “que la actual experiencia argentina constituye una parte esencial del esfuerzo del mundo libre para demostrar, en forma práctica, la capacidad de los países democráticos para promover su rápido desarrollo económico y social, refirmando los derechos humanos.” En esa ocasión, Kennedy se dirigió a Frondizi con conceptos significativos: “Señor Presidente: quiero que entienda claramente lo que voy a decirle. Los triunfos y los fracasos de la Argentina son los triunfos y los fracasos de los Estados Unidos. Su éxito es nuestro éxito. Hasta ese punto los Estados Unidos están indisolublemente unidos a la Argentina. Esta es, doctor Frondizi, la palabra del Presidente de los Estados Unidos.”

Las aspiraciones de Cuba, por esos años, estaban enfocadas al diseño de una estrategia de desarrollo inclusivo. Poco tenían que ver con un proyecto socialista tradicional. En la reunión de Punta del Este, Uruguay del 8 de agosto de 1961, el ministro de inustria Ernesto Guevara desafiaba: “¿Qué piensa tener Cuba en el año 1980? Pues un ingreso per cápita de unos tres mil dólares, más que los Estados Unidos actualmente. Y si no nos creen, perfecto; aquí estamos para la competencia señores. Que se nos deje en paz, que nos dejen desarrollar y que dentro de veinte años vengamos todos de nuevo, a ver si el canto de sirena era el de la Cuba revolucionaria o era otro”.

Cuba no lo logró. Pero en 1983 Frondizi reconocería los avances cubanos en algunos aspectos: “Creo que Cuba ha agotado desde hace tiempo las posibilidades de desarrollo dentro de su actual esquema. Los pasos dados en materia de educación popular, salud pública, y, en general, desarrollo social, no ocultan ni la ausencia de pluralismo político ni la imposibilidad práctica de desarrollo económico. En las actuales condiciones, la situación cubana parece estancada, sin perjuicio de la indudable relevancia que el país ha adquirido en el escenario internacional”.

4 pensamientos en “Desarrollo o Hambre (Quinta Parte)

  1. Gonzalo Fernández Pastor

    Federico, me pareció muy interesante la saga, además de la extraordinaria idea del sitio.
    Felicitaciones GFP

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