Beodez

El 26 de septiembre de 1849 Edgar Alan Poe embarca hacia Baltimore. Lo consume la fiebre. Olvida su equipaje en el muelle. Su ánimo está alterado. Es un hábito en él. Llega desde Richmond a Filadelfia pero equivoca el andén, y  no toma el tren hacia New York, como había planeado, sino el que lo lleva de regreso a Baltimore.

Es la hipótesis que plantea Wolfang Martynkewicz sobre los últimos momentos de la vida de Poe. J.J. Morgan cree que el escritor interrumpe su viaje a Baltimore porque lo atiborra de alcohol y drogas una banda de vagos, quienes lo roban, lo visten con andrajos y lo dejan casi inconsciente en la calle, donde es encontrado el 3 de octubre y llevado en estado de delirio al Hospital Washington. Muere cuatro días después. No quedan definitivamente aclaradas las circunstancias que rodean el penoso episodio. Existe a la par otra versión que concuerda en principio con la de Morgan, pero difiere en un aspecto: no son simples ladrones los que abusan del autor, sino cazadores de votos, personas especializadas en asaltar a los transeúntes en la calle, emborracharlos y arrastrarlos a las urnas repetidas veces bajo distintas identidades, dejándolos al anochecer tirados en la calle. Es una práctica común en día de elecciones, y ese día hay elecciones en Baltimore. Peter Ackroyd también hace referencia a ello. La historia no por imprecisa, deja de ser creíble: Poe es encontrado en un barrio de la 4ta sede electoral del distrito de Ryan.

Aquella tragedia tiene repercusiones insospechadas. Se señala que la figura afiebrada de Poe, repleta de tensiones alcohólicas, abusada por los malditos cazadores de votos, expande su influencia sobre las legislaciones electorales estaduales, primero, y llegan posteriormente a la Argentina.

Gabriel Mactas (tildado por sus oponentes como escriba pretencioso, ignoto, inculto y falto de escrúpulos) afirma -se dice con desenfado, sin aportar pruebas, cavilaciones, especulaciones científicas, ni soportes adecuados que exterioricen que hubiera emprendido una investigación seria-, que de la muerte del genial creador de la literatura de terror y extraordinario poeta norteamericano, deriva nuestra autóctona prohibición de expendio de bebidas alcohólicas durante los comicios y hasta tres horas después de cerrados los mismos. Para Mactas los episodios sucedidos en Baltimore constituyen la fuente mediata de nuestro Código Electoral Nacional, remarcando “el celo del texto que procura asegurar al ciudadano agente el ejercicio del libre albedrío al momento de emitir el voto”.

Mactas sostiene su tesis en soledad. Es el único autor que cita como fuente del Código, la muerte de Poe. No lo sigue la mejor doctrina. Eduardo Agrelo ni siquiera menciona como hipótesis aquellos truculentos sucesos de Baltimore. Alejandro Tullio, exégeta oficial del Código Electoral Nacional, simplemente calla.

Mactas no consigna que dentro de las prohibiciones, faltas y delitos  tipificadas por ese cuerpo legal, además de la venta de alcohol, figuran muchas otras conductas vedadas para antes, durante y después del acto electoral ( p. ej. la celebración de espectáculos al aire libre o en recintos cerrados, las fiestas teatrales y deportivas, la utilización de viviendas como depósito de armas etcétera) e impone pena de prisión a quienes fuercen u obliguen a un elector, lo suplanten, o voten más de una vez.

Poco más o menos, las conductas practicadas en Baltimore.

Se ha sostenido que la prohibición más tonta de todas las legisladas (e indigna, por lo tanto, de ser respetada) es la de consumir libremente bebidas espirituosas. Los norteamericanos lo saben. Alguna vez reformaron la Constitución para imponer la prohibición de beber (Enmienda XVIII, Ley Volstead), provocando el apogeo más fenomenal que se recuerda del crimen organizado. Después derogaron la Enmienda XVIII en el año 1933. El mismo en el que Franklin Delano Roosevelt se postuló como presidente por primera vez. El sabía tanto de la administración pública, cuanto del liderazgo político. Y mucho acerca de la vida. Desde 1934 hubo todas las tardes una especie de happy hour colmado de cocteles  en la Casa Blanca. Fueron tiempos de grandeza y distinción que nunca retornaron.

Se ha dicho igualmente que la interpretación de Mactas sobre la fuente del Código es errónea. Se señala que, peor aún, el escriba aprueba en forma explícita la normativa, cuando no debiera hacerlo. Es verdad. Mactas afirma que el texto hace honor “a las tradiciones nacionales y a las instituciones republicanas”.

Ricardo Güiraldes, en Don Segundo Sombra, recuerda que sólo los niños y los borrachos dicen la verdad, recogiendo una creencia popular de larga data. Autorizar a los votantes a embriagarse, según ese punto de vista, los volcaría a expresarse electoralmente con sinceridad, sin caer presos de prebendas, dádivas, promesas o choripanes. Aquellos malditos cazadores de votos se han asegurado el escarnio eterno no por la acción de suministrar bebidas, sino por la comisión de fraude electoral agravado mediante la figura de suplantación de identidades y duplicación del electorado. Su celebridad (la de los cazadores de votos) deriva de las trampas urdidas elección tras elección, no de su generosidad en la provisión de bebidas alcohólicas al votante. Los abuelos de John Fitzgerald Kennedy, en especial el materno, John “Honey Fitz” Fitzgerald, fueron conocidos caciques electorales. Comandaban a un montón de bribones especializados en política electoral, oriundos o residentes de Boston. Recogían los ID de los pobres de la comunidad, y con ellos emitían sufragios plurales (varias veces en un misma elección). Práctica en principio repudiable, pero que suavizaban ofreciendo al elector copiosas cantidades del dulce y exquisito whiskey irlandés. Los oponentes de Mactas afirman que de esto último nada tiene aptitud para serles criticado. Merecen alabanzas, no reproches, por la acción de derramar sobre el pueblo la noble malta irlandesa.

Cuando William Faulkner dijo de Mark Twain que era el padre de la literatura norteamericana, estaba borracho como una cuba. De otra forma no lo hubiese dicho. Y se sabe que levitaba en su beodez, simplemente porque vivía en esa condición. Polemizaba desde joven a través del periódico local con sus vecinos, defendiendo a los bebedores de whiskey contra los de cerveza, comparando las graduaciones alcohólicas de sus respectivas ingestas. Esa circunstancia acredita la certeza de su juicio sobre Mark Twain. Porque lo dijo ebrio. Sobrio – de haberlo estado alguna vez- es probable que hubiera callado. Él creía ser más y mejor que Ernest Hemingway. Creía ser más y mejor que todos. Pero borracho (como siempre estaba), distinguía la verdad por sobre sus deseos, y reconocía, al menos, la paternidad de Twain.

En tiempos electorales -2011 ha sido un año pródigo en ese campo, una portentosa artillería de sufragios municipales, provinciales y nacionales- se ha dado inicio a una cruzada para permitir el consumo indiscriminado de alcohol el día en que se vota. Salvo para los abstemios.

Afirman los cruzados que ni siquiera sería necesario, para alcanzar la meta, la reforma del Código Nacional Electoral. Porque la norma prohíbe el expendio, no la ingesta alcohólica. El Manifiesto que da origen al movimiento luce el siguiente epígrafe: ¡Cuánto más llevaderas serían las jornadas de votaciones si fueran tomadas como una fiesta en serio, no apenas como una cansadora “fiesta democrática” que hace alusión al ejercicio de un derecho y al cumplimiento de un deber institucional!

¿Cómo sería?, prosiguen. Simplemente autorizando al gobierno y a los partidos políticos, no a vender, sino a obsequiar bebidas y algo de comida para acompañar, a los presidentes de mesa y a los fiscales, quienes verían así transcurrir el día con alegría y pensamientos positivos, chocando sus jarras de cerveza o sus copas de vino, brindando por el triunfo del mejor, cualquiera fuese.

Un cuadro magnífico, sostiene el Manifiesto: ¡las huestes del Frente para la Victoria festejando no ya llegada la noche, pasadas las nueve, sino desde las primeras horas del día del triunfo eterno! (A la par nosotros, los derrotados de siempre, acompañando con un buen trago de escocés los híbridos canapés servidos en los comités de campaña, dejando de lado las perniciosas gaseosas, el agua y el mate, especialmente amargo, completaríamos el paisaje).

El reclamo es audaz: ¿Por qué insistir con anacronismos y falsedades? ¿Por qué beber a hurtadillas en las casas de uno, cuando puede lucharse por el derecho de hacerlo con franqueza, limpiamente, acompañando si se quiere con un porro, abrazado a los sobrios, quienes conservarían a su vez para siempre el derecho de abstenerse? Rematando: Abrir las puertas a la modernidad es nuestro destino nacional y popular manifiesto, cuya búsqueda data de aquellas gloriosas jornadas de mayo. Para construir una sociedad inserta en el mundo global, debe comenzarse por dejar de lado aquello que cercena las libertades individuales y colectivas, en especial las trabas impuestas al expendio de bebidas alcohólicas hasta tres horas después de cerrado los comicios. La apuesta para el futuro es instar a un movimiento liberador que termine con el atraso y la opresión de los bebedores. Deberá necesariamente repudiarse con énfasis la afirmación que Gabriel Mactas hace del Código Nacional Electoral: la muerte de Poe no fue fuente de la norma, y su interpretación del texto es, cuanto menos maliciosa.

Este blog, El Tonto y Los Sabios no adhiere. Sólo transcribe fragmentos del libelo. Toda la polémica le parece tonta

12 pensamientos en “Beodez

  1. Federico G. Polak Autor de la entrada

    Agradecemos a Fresia Robinson y a Hector Lapadu sus comentarios. Risueñamente señalamos que encontramos este último un tanto sesgado. No fue la intención de nuestro coordinador provocar un debate sobre el actual gobierno. Se trató de una nota escrita sin otra finalidad que instar a los bebedores a alzarse contra prohibiciones obsoletas

  2. Fresia Robinson

    Como siempre, es un placer leerlo. Excelente artículo Federico! Felicitaciones! Le confieso que desconocía esta anécdota y deberíamos profundizar los antecedentes de la Ley Sáenz Peña, más allá de lo que sabemos.Quizás, no deberíamos prohibir la ingesta de bebidas alcohólicas en los dias de Elecciones: quién nos asegura que, ebrios, lo votantes no sufragrán mejor?: hasta hoy, y salvo honrosas excepciones, la mayoría viene equivocándose.Un abrazo radical.

  3. Hector Lapadu

    La ley seca anterior y posterior debe existir mientras por los gobiernos «populistas» e irresponsables como el que nos gobierna no permita educar al soberano .

  4. Federico G. Polak Autor de la entrada

    Para Carlos Gabel: 1) Poe embarca desde Richmond hacia Baltimore, con destino final New York. Debía continuar por tren. En Filadelfia toma por error el tren de regreso a Baltimore. Es muy dificil para sus biógrafos reconstruir los últimos momentos de su vida. 2) Poe es poco menos que el inventor del cuento de terror. La literatura fantástica es un género más abarcativo. El terror es más específico. Existen biografías de Poe que lo ilustrarán. Algunos de sus autores están citados en la nota de nuestro coordinador que Ud. comenta. Si tiene dificultades en acceder a ella, vaya a la Biblioteca Nacional y a la Biblioteca Lincoln. Las encontrará. No tema, le aseguramos que están allí. 4) Lo felicitamos por su nickname. Revela una gran imaginación.

  5. Elmer Gantry

    Bueno pero inútil o tal vez sea bueno precisamente xq es totalmente inútil. Recuerdo esa definición «el arte, q entreteje naderías …» Me amenizo la espera en la antesala del medico. Hasta q mueran los k.

  6. Carlos Gabel

    Bueno, lo de sublime debe ser por elprimer párrafo del artículo, que resulta incomprensible. Si Poe se «embarca hacia» Baltimore no se entiende cómo luego de equivocarse «regresa» a Baltimore. Seguramente se quiso decir que se «embarca hacia Nueva York» desde Baltimore…su lugar en la historia de EAPoe…que no fue creador de cuentos de «terror» sino de «literatura fantástica». Atentos saludos. cmgabel

  7. Federico G. Polak Autor de la entrada

    Agradecido a Carlos Piedra Buena por su comentario, que rescata el género que se intenta en el sitio. Esto es, vincular la política, el pensamiento intelectual, y la literatura. Es oportuno su recordatorio acerca del centenario de la llamada Ley Sáenz Peña, el próximo febrero. El Ruido y la Furia (también traducida como El Sonido y la Furia, traducción más literal de su original The Sound and the Fury), publicada en 1929, sigue siendo considerada aún hoy como una de las más grandes novelas del siglo XX.

  8. Tato Damario

    Sublime la prosa, pero ese Mactas tiene razón al prohibir que se vendan bebidas y vino los días de elecciones.

  9. Carlos Piedra Buena

    Excelente artículo Federico,sobre todo en vísperas del centenario de la Ley 8.871. Pese a conocer algunas anécdotas vinculadas a entornos electorales, desconocía ésta. Parece un poco descabellada la tesis Mactas. Habría que bucear un poco más en los antecedentes de Régimen General de Elecciones de 1912.
    Este género que vincula política y literatura es por demás cautivante.
    En relación a su referencia a William Faulkner, le cuento que estoy terminando de leer su «El ruido y la furia».
    Un abrazo
    Carlos

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