Unos metros (Un cuento de Navidad)
Con Tito le mando este pendrive con unas palabras que grabé para Ud. Tito vive acá desde hace años, antes militamos juntos, pero ahora trabaja en uno de los casinos que regentea Serguei en la zona del Soho; como viajaba para pasar Navidad con su vieja, le pedí que se hiciera un hueco y se lo acercara a su oficina. Es la forma más segura para comunicarse. Con la Internet pinchan todo, revisan los mails, los textos, las cartas se pueden abrir, no se vive tranquilo. Además, escuchando la grabación usted va a estar seguro que soy yo el que habla, cómo no me va a reconocer la voz. Después tírela, nunca se sabe quien la puede escuchar.
Espero que sus cosas estén bien. Lo molesto porque necesito que me ayude. Yo sé que usted me va a comprender. Siempre le tuve mucho respeto, doctor, a pesar de que era de la contra, un as haciendo travesuras sin que nadie se diera cuenta; con eso del diálogo y la transparencia de la cosa pública tapaba cualquier sospecha. Tengo el registro de todas y cada una de las cosas que hicieron con el jefe, siempre entendí de qué se trataban sus negocios a pesar de que ustedes creían que yo era apenas el tipo que atendía los celulares. El atiendemovicomes me decían. Fíjese, en estos días lo estuve viendo mucho en los diarios por Internet, siempre con su cara de prócer, sus gestos de prócer, la apostura de prócer, un héroe civil, lo felicito, le queda bien lo de las denuncias y eso de “último depositario de las instituciones de la república democrática”. Pero yo no soy gil, tengo apuntado su pedigrí completo, por lo cual sé que me va a ayudar, no sólo porque sea una gran persona, sino porque le conviene. Va a ser fácil, un par de movimientos de cuentas y listo. Al jefe no se lo puedo pedir, no lo entendería, ya no opera, está en las últimas.
Yo volé para acá cuando empezaba el verano, en julio o finales de junio. Allá estaba todo confuso y difícil, qué quiere que le diga, esos tipos son prepotentes, andan siempre averiguando cosas, la quieren toda para ellos, no te dejan hacer una. Unos guachos, eso es lo que son, pero ya les va a venir la bajadita, habrá que sentarse a esperar, como dice el jefe, nada es para siempre. ¿Sabe que medio me querían achacar lo de los controles? Dijeron que me había equivocado, que lo había armado mal, turros totales, si los que lo habían armado eran ellos, yo no tuve nada que ver. Así que entonces me dije “hay que desaparecer por un tiempo, no sea que alguno de los jueces de los que manejan ellos me termine empomando”. Hice contacto con Míster Chandler y me vine para acá. Yo lo conocí a Chandler por el jefe, me lo presentó una noche en la casa cuando había vuelto del sanatorio; me le aparecí al míster un día en el Faena para mangarle el raje, vio que cuando aparezco por algún lado creen que me mandó el jefe, yo se los dejo creer, no digo nada y cuando es necesario, aprovecho, claro que no lo hago siempre. Chandler tiene muchas llaves en todos lados por acá, en el gobierno, en las empresas, no se vaya a creer otra cosa, doctor, no se equivoque por la mala prensa que le han hecho y por la cara de boludo, es un tipo pesado, de buena ley. Tiene códigos, se la banca, no como esos hijos de puta de la Cámpora que siempre van por todo, prepean, no respetan las trayectorias, ni el recorrido que muchos de nosotros tuvimos, tremenda basura son.
Chandler me dio las claves para que me instalara en un departamentito muy piola pegado a Chelsea Harbour. Me dijo “véalo a Serguei de mi parte, diviértase, ande tranquilo un tiempo, aléjese de las preocupaciones argentas”. “Eso sí, tome sus precauciones, pórtese bien, porque Serguei es ruso, y los rusos son brutales con la gente que les falla” ¡Vaya que la pase bien, ja! Póker, black jack, dados, timbas y hasta la poesía cruel de no pensar más en mí, digo para darle una imagen discepoliana. Mucha mina además. Terribles mujeres. Yo de salud andaba más o menos al llegar, medio alterado, azúcar alta, ansioso, ya tengo cuarenta y ocho, tordo, el tiempo pasa, pero acá reviví, volví a la adolescencia con ese coctel de timba continuada y las rusas de Serguei. ¡Qué rusas, impresionantes! Todas igualitas, caritas angelicales, con unos lomos indescriptibles, pibas bien pibas, teenagers o casi teenagers. A las rusas hay que agarrarlas al principio, casi quinceañeras, muy jóvenes, porque las mujeres rusas envejecen mal, se ponen fieras y gordas cuando pasan los treinta, viera que son repugnantes de grandes, no me diga que usted supo alguna vez de una rusa vieja linda, de buen porte, nunca. Es una característica de la raza. Se vienen en banda con la edad. Hasta huelen mal.
Vania, que es una especie de segundo de Serguei, me proveía todo, silencioso, un gigante, pelo medio al rape, parecido a Vladimir Klitschko, o al hermano que también fue campeón peso completo y no me acuerdo cómo se llama. Fue por Vania que me sumergí en un verdadero loco frenesí. Parecía un pibe, tordo, volteándome a todas las rusas y arrasando en la timba. Yo vine con las tarjetas y unos mangos, vio, en cash, me arriesgué a entrarlos sin declararlos, ya no tengo cuentas afuera, me quedan apenas los campitos arrendados para la soja que compré en la época del turco por poca guita, cuando pelechábamos todos, hasta Ud. que es de la contra hacía buenos negocios. Lo cierto que por unas semanas no paré de ganar, salía todo bien, y era una máquina sexual además. Me sentaba en black jack, y me tiraban puros veintiunos; en el póker ligaba bien, y apostaba mejor; dados, siete y once, siete y once; a las maquinitas las hice puré más de una vez; volvía al departamento y alguna rusa me estaba esperando; después me quedé más con Galina, medio que me enamoré de Galina, bueno, tanto no, pero me calentaba mucho, y me parece que yo a ella también.
Una tarde se ocurrió hacer un arqueo de caja, y comprobé que tenía más de noventa mil libras cash. Buena plata, por el departamento y la joda no me cobraban nada, habré venido con unas diez mil, estaba en racha, muy afilado. A la noche le hice un comentario a Vania de lo bien que me iba, y me dijo que me podía ir mucho mejor. Le pregunté cómo y me dijo “fácil: apostando en los JJOO con nosotros, te pagamos diez guitas por libra si acertás, juegues o no a los favoritos”. Le dije que no me interesaba, mucho riesgo para ganar tan poco, y me dijo “te damos veinte guitas por una redoblona”. “¿Cualquier redoblona, Boris, por ejemplo Usain Boldt a los cien metros y todo a los doscientos?”. “No, así no, me dijo, pero podés jugar a los cien, a los doscientos, a la posta de cuatro por cien jamaiquina, y lo que dé en redoblona a cualquier evento que elijas y listo, te pagamos veinticinco guitas por libra”. Era atractivo pero a mí no me cerraba, porque aumentando en unos veinte mil mis noventa, rico no me hacía, y lo único seguro era lo de Boldt y la posta, ¿dónde encontrar el eslabón final de la redoblona que fuera posta, posta? Entré a la página de los JJOO, recorrí, busqué al final lo encontré. En los 20.000 metros de marcha femenina que se corrían el 11 de agosto había una rusa que no podía perder, Olga Kanishkina. Se había ganado todo. La googlé, hice un estudio científico de las posibilidades, hasta me metí en su facebook, leí los pronósticos, si alguna le salía a correr, la destrozaba, y si le dejaban irse sola, las perdía. Además justo era rusa como Serguei y Vania, mis protectores, y tenía como Galina un rostro puro y sereno. Cerraba todo bien, menos la ganancia. Con un capital mayor hubiese sido otra cosa, así que le dije a Vania que “muchas gracias, pero no tengo vento suficiente”. “Nosotros te podemos adelantar lo que quieras. El día de pago lo descontamos y listo. El interés es el 1% diario. En realidad es un préstamo por cinco días, a lo sumo, o sea que a la ganancia le tenés que restar el 5% ¿Querés quinientos te damos quinientos, querés menos, te damos menos” “ No, tanto no Vania, dame doscientos diez, pongo noventa y me queda la apuesta de trescientos, dale, del veinticinco por ciento de ganancia sacale cinco y quedamos hechos” “Además sabés que pasa, la posta se corre el mismo día que el evento que elegí de cierre, pero a la noche” “Olvidate, da igual, va todo a Boldt y la redoblona es en los 20.000 marcha” “¿Olga Kanishkina, no? Vos otario no sos, vas al fierro puro, pero de acuerdo, es un trato, por tus noventa no te preocupes, no es necesario que los traigas, si seguro vas a ganar, después hacemos la cuentas y listo”.
El día de la carrera me la pasé dándole y dándole a Galina, insaciable la rusa, y después puse la tele. Usain ya había hecho casi todo el trabajo y sólo faltaba el trámite de la posta jamaiquina. Cuando enfocaron a las corredoras de los 20.000 metros marcha lo primero que vi fue una toma de la Kanishkina. Tenía la misma cara que en la foto de la página, pero una mueca de profunda tristeza y ansiedad le surcaba el rostro ¿Vio la máscara de tragedia del teatro? Igualita. Parecía que se iba a poner a llorar en cualquier momento. No es que me haya asustado por eso, pero un poco me preocupé, no fuera que estuviera descompuesta. Largaron y agarró la punta con determinación, al lado se le puso una china Lui Hong que no la soltaba. Más lejos iba el pelotón de caza que comandaban otra rusa y otra china, Elena Lashmanova y Shenjie Qiejang. Por la rusa no me preocupé, era campeona juvenil, jovencita, debutaba en las Olimpíadas, no le iba a competir a la campeona, su ícono sagrado, una especie de heroína soviética de existir aún la URSS. Iba de tándem Elena con Olga, no problem. Las que me inquietaban eran la chinas, no fuera que corrieran en yunta las amarillas, Hong cansara a Olga, y terminara arremetiendo Shenjie. Enseguida me di cuenta que la Kanishkina era una máquina de demoler rivales. Repetía las vueltas con una exactitud de relojería, literalmente: miraba el reloj apenas pasaba por los puestos donde estaban los entrenadores, agarraba una botella de agua, el calor era infernal, un Indian summer, y otra vez miraba el reloj. Calcaba las vueltas. Casa vez que pasaba por el Parlamento y cerca del palacio real era emocionante, una mina especial, nada que ver con el resto, a pesar de su cara terriblemente trágica. La diferencia la sacaba con los brazos, cada brazada la impulsaba hacia delante. Al rato largo la china que la acompañaba se empezó a quedar, perdió la pinta de batalladora, Olga la destrozó. Ya daba para contar la guita. Lo único malo era que mantenía la mueca, cada vez más triste, sufría, daba pena verle la cara. Y un poco de temor también. Me dije que sería siempre así, medio deforme, no sé. Se alejaba y se alejaba, controlaba el reloj, se ve que quería batir el record mundial, una gran campeona. El pelotón de caza venía muy atrás, estaba todo tranquilo, la Galina se me tiró encima buscando guerra y le di un poco más, la guita tanto como el poder son dos afrodisíacos fenomenales; bueno, en realidad más o menos son lo mismo. Me adormecí, tal vez dormí un rato, los 20.000 metros duran mucho, una hora y media más o menos, encima había algo que me daba más tranquilidad: a las de atrás los referís les sacaban tarjetas amarillas, por perder el paso, y si repetían las descalificaban, una australiana se puso a llorar cuando le mostraron la tarjeta roja y se despidió de las otras corredoras haciendo bye con la mano, un espectáculo conmovedor; en cambio a Kanishkina una sola vez la advirtieron, su técnica era perfecta. El relator explicaba su dominio absoluto, describía la técnica del braceo, varias veces la llamó “campeona en el camino de la medalla dorada”, yo me desperté y presté algo más de atención, faltaba poco, estaba todo igual, una belleza, Kanishkina arriba y adelante, la china perseguidora se iba quedando, del pelotón de caza Elena Lashmanova y Shenjie Qiejang se desprendieron y la china quedó cuarta, pero su compañera no era un peligro, seguía atrás, ahora tercera, entraron en la última vuelta, Kanishkina tomó la última botella de agua y se refrescó , miró el reloj, el relator la proclamó ganadora, todo cocinado, salvo que se cayese la posta jamaiquina a la noche, algo poco menos que imposible. Aunque le parezca mentira yo miraba la diferencia entre la primera y la segunda, que figuraba en la parte de arriba derecha de la pantalla, y el relator no. Cuando me quedé apoliyado llevaba veinticinco segundos, y mientras le hacían el panegírico de la victoria, vi que la Elena se había puesto a diecisiete. Igual faltaba poco, poquísimo, pero me inquieté, no había por qué, era irracional que temiera, pero qué se yo. Galina se ve vino encima de nuevo y la paré porque ya venía el final, quería ver el final. Le sujeté la cabeza para que se quedara tranquila pero me miraba riéndose y se me quería meter entre las piernas. Para que se serenara la agarré del cuello y me di cuenta que era igualita a Elena que también se reía y a pesar de que el huevón que transmitía no lo dijera, se iba acercando a quince, doce, nueve segundos, ya se veía la meta pero Elena le daba para adelante y se reía, o al menos sonreía; Galina también sonreía, parecían gemelas, Kanishkina profundizaba su mueca lúgubre, me largué a gritarle al televisor “vamos Kanishkina todavía”, el relator recién ahí se avivó que algo pasaba, siete segundos ahora, faltaban menos de cuatrocientos metros, cinco segundos, Galina que se transforma en Elena, Elena que alcanza a Olga en los trescientos, yo que aprieto mis manos para que no se me escurra la guita, trescientos metros sí, van parejas un instante, pero Elena viene de orejitas paradas y la fusta bajo el brazo, sonrisa amplia, le grito que la pare, que no se ría más, que no quiero más guerra, Olga sigue con su mueca, las chinas lejos, unos metros Olga, aguantá unos metros la puta que te parió Olga, pará Elena, no te rías más, bajá el ritmo hija de puta, la pasaste como a un poste, llegan a la meta, por unos metros pierde Olga que se abraza con el entrenador, un ruso viejo con pinta de soviético, llora desconsoladamente sobre su hombro, viene Elena y se abraza con el mismo entrenador, se apoya en el otro hombro, corrían en yunta y la tapó, el viejo les da una bandera rusa a cada una, la china envuelta en su bandera que grita de entusiasmo por el bronce, Olga que llora por la plata, Elena que ríe por el oro, se sacan una foto las tres juntas para el protocolo, y ahí me doy cuenta de que tengo a Galina entre mis piernas, ya fiambre, estrangulada, aunque aún parezca reírse como Elena, el relator dice que la pendeja ha batido el record mundial, me doy cuenta que se me piantó la guita y me quedó el cadáver. Unos metros doctor, unos metros tenía que aguantar Olga, recién ahora informan que Elena estaba invicta y rompía records y sé que la URSS no existe más, no le podían decir que no la pasara a la heroína del Soviet, qué garrón cuando vinieron los muchachos de Serguei con Vania a la cabeza a llevarse el cuerpo, “no te preocupés, esta mina familia no tiene, nuestras muchachas rusas son todas solas, va derecho a la incineración, pero vos tenés que pagar, te aguantamos un tiempo pero vas a pagar, sino sos boleta vos y tus hijos en la Argentina, y no te olvidés del uno por ciento diario”
Tito le indicará la cuenta para la trasferencia doctor. Es una cuenta de Serguei, claro. Yo mis noventa ya se las di. Apúrese. Todo por unos metros, la puta que lo pario.
- El Fallo Griesa*
- La cuestión sarteana
Agradecido por la lectura y el comentario, Dulce.
Quedé encantada con el cuento, sobre todo el final, juás!!!!! Muy bien detalladas las observaciones de las rusas…
gracias por difundir literatura,
un cálido abrazo,
Dulce Soledad Suárez
Agradecemos, en nombre del autor y coordinador Sr. del blog, a P.Liebau su comentario acerca del relato Unos Metros. También le agradeceríamos a los lectores que dejasen de doctorear a Federico G. Polak, porque a pesar de serlo, le incomoda que le dispensen ese trato tan ceremonioso
Felicito al Dr. Federico Polak por este cuento que, creo, reune las virtudes que señala Claudia Farías Gómez en su comentario.Me parece buena idea incluir ficciones cortas en la página.Saludos cordiales para todos
Fernando de Oliveira Cesar: los agradecidos somos nosotros
Me pareció muy bueno el cuento publicado por el Dr. Federico Polak y «muy de este mundo», lo cual hace parte de su encanto. Saludos y gracias a esta interesante página en la que hemos disfrutado de tantas cosas interesantes.
Agradecemos las palabras de V.M. De Anchorena. El tema del final del cuento es apenas un detalle formal. El relato es el mismo incluido o no el exabrupto que profiere el narrador, para el autor su exclusión le quitaba fuerza y sinceridad. Por eso lo repuso.
Felicito al Dr. Polak por este cuento. Coincido con el comentario de Claudia Farías . No me queda muy en claro el tema de la modificación del final, pero seguramente hubo algo que me perdí. Saludos cordiales para todos y felicito tanto a los administradores como a los lectores por su nivel.
Agradecemos los apuntes de Helena y de Javier Scotto respecto al cuento. Creemos que ambos (en especial Helena) han descubierto aspectos del mismo que su autor y administrador senior de este sitio no tuvo en cuenta, ni siquiera sospechó
Hace mucho que no me reía tanto, es muy divertido, me imagino narrados en alta voz por un comediante profesional esos últimos metros, para llorar de risa
Sí, es un relato frenético que refleja nuestros tiempos, decadentes, sin moral, la forma de jugar del que cuenta en primera persona es una alusión clara a los que hicieron de la finanzas una apuesta permanente e irresponsable y el mundo colapsó. Hay una muerta víctima de la trata que a nadie le importa; todo es muy real, la corrupción domina. Y el tono para contarlo muy adecuado. Gracias por la creación de este blog, es bueno, raramente bueno.
Agradezco y estimo en mucho el comentario de Claudia Farías Gómez, generoso y tolerante con mi amateurismo, en especial porque proviene de una escritora de su talla. Sé que ella no estará de acuerdo, pero habiendo recibido llamados y mails referidos al cambio del final (un cambio apenas formal), he decidido reponer el anterior, esencialmente por tres razones: 1) el responsable del volcar la idea de este blog al mundo digital (Sebastian Verea) sostiene que las entradas deben mantenerse sin correcciones, respetándose los textos originales, debiendo reservarse las ediciones apenas para la enmienda de errores ortográficos o de tipeo; 2) escribí Unos Metros como una humorada para enviar a mis hijos para Navidad (asi como en agosto les había contado por mail desde Barcelona lo que me habia sucedido en mi ida al Camp Nou) una tarde de una sentada, asi como me salió, incluyendo el final; y 3) recibí hoy un llamado de un amigo que, (como decía Ernesto Sabato de Rogelio Frigerio) alguna vez alcanzara las alturas, a menudo dolorosas de la conduccion nacional, quien a pesar de atravesar un momento de grave preocupación familiar, se distrajo de ella por unos minutos para decirme que le había parecido un cuento muy de época del principio al fin, y lo cierto es que el texto que envió El Tonto y los Sabios a sus suscriptores contenía el exabrupto final que al relator -anclado en Londres por su conducta amoral y temeraria- le salió desde lo más profundo de su alma.
Felicito a Federico Polak por este cuento tan bien escrito y estructurado. Tiene la velocidad y concentración en la acción necesarias para que una pieza de este género sea considerada virtuosa. No resulta extraño que los lectores se sientan estimulados a leer los cuentos que se publican y es por eso que esperamos ,como lectores, que sigan publicándose. Saludos cordiales para todos los que participan de » El Tonto y los Sabios»
Agradecemos los comentarios de Nestor Grosso y Tato Damario, no sólo por los elogios, sino también porque cuando subimos cuentos los ingresos de nuestros lectores al sitio son escasos, menores comparados con notas de opinión o resúmenes culturales.
Me gustó mucho Camp Nou, pero éste me parece mejor, tiene mucha imaginación, el final es sobrecojedor, con la carrera uno se olvida de Galina, pobre la ligó mal. Sigan intentando en esta línea los narradores, muy fuerte el cuento.
Como siempre impresiona el profe contando, hasta se retrató él mismo o a algún amigo suyo en el doctor republicano. Felicidades y gracias por un cuento sórdido navideño
Gracias, Manu Santus. Se ha eliminado la última frase del relato. La había agregado después de terminarlo, sin convicción. Varias personas me aconsejaron la quitara. Así que lo acabo de hacer
Cuando el autor publicó Yellow Days, un lector llamado Rubén apuntó que pocas veces habia visto a un tipo que se superase a si mismo en cada publicación. A mi modesto entender este relato, por su lenguaje hablado contando una trama que explota en un final sorpresivo, va en la línea de excelencia literaria expresada por Rubén.